Una vez conocí a una chica que no dejaba de tararear una canción cuyo estribillo inglés repetía machaconamente "me puse unos zapatos nuevos y el mundo me empezó a sonreír" (...) "Qué bien estoy con mis nuevos zapatos". Por supuesto, yo y mi ego nos asignamos el papel protagonista de la canción (los zapatos) por el simple hecho de que agrada pensar que eres tú y nada más lo que producía tanta felicidad, aunque fuera superficial. Esto ocurría en el inicio de de lo que depués pudo llamarse "una relación seria".
Entonces, se me pasó por la cabeza lo siguiente:
1. Puede que crea que no le presto atención a las letras de sus canciones favoritas, o que simplemente es imposible que entienda nada.
2. Puede que piense que es un halago velado comparar a una persona con unos unos "brand new shoes".
3. Puede que esté en una fase vital que no le permite pensar en las personas como seres con sentimientos propios.
El tiempo afianzó la relación y el complejo de zapato, y además me quitó el valor añadido "brand new".
Este tipo de metáforas hacen pensar a uno que hay ocasiones en las que es más relevante lo que uno parece que lo que realmente es. ¿Persona con sentimientos propios? ¡Ahora soy un zapato con voluntad propia!
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