-Eres tonto.
-Pues yo a ti te quiero.
-Ya, pero me da igual. Eres tonto y no lo puedes evitar.
-¿Que soy tonto? Pues entonces te regalo mi indiferencia.
-Aunque me des toda tu indiferencia seguirás siendo tonto; tonto e ignorante.
-Así que ahora también soy ignorante. Pues además de mi toda mi indiferencia te encontrarás con la apatía.
-Con todo el peso de tu indiferencia y apatía encima seguiré pensando que eres bien tonto.
-Entonces ya no soy ignorante...
-Eres tonto.
-En tal caso te quitaré la carga de mi apatía que puede que no te siente muy bien ¿no?
-Me da igual.
-¿Que da igual? ¿Pero no sabes que lo mío es amor del bueno?
-Lo tuyo es ignorancia y tontería de la buena.
-Llegados a este punto, si soy tan ignorante y tonto como dices, no pasará nada por que te entierre bajo toda mi apatía y mi indiferencia. Además te tiraré a la cara toda mi pena y compasión. Y ya sabes que te irritará la piel si no te lavas rápido...
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