jueves, 8 de noviembre de 2012

Un gracias materialista

Gracias a los treinta quilos de ropa de mi armario no tengo frio en invierno, y me doy paseos por la calle a seis grados.
Gracias a mis botas altas y a mi paraguas también me los doy con lluvia.
Gracias al peazo coche familiar de mis padres no solo tengo libertad de movimiento total sino que puedo llenarlo de amigos en busca de un plan.
Gracias a mi smartphone voy aprendiendo a tejer mi propia red social, y a controlarla para que no se me meta hasta en la sopa.
Gracias a todos los conciertos a los que he ido por haberme hecho sentir en comunión sin necesidad de ir a la iglesia.
Gracias a la nevera y a la despensa por estar siempre llenas, los simbolos más primarios de felicidad.
Gracias a la lavadora, el horno y la vitrocerámica por enseñarme a ser un poco más independiente, así como la escoba, la fregona y la bayeta.
Gracias a mi gimnasio por darme una oportunidad de que no se note que me pego el día sentado en una silla.
Gracias a las carreteras, el metro, los autobuses, los trenes y los aviones por hacer posibles tantos momentos especiales, reencuentros, negocios y escapadas.
Gracias a la flipante casa de mis padres y esa puerta principal que siempre está abierta.
Gracias a mis superordenadores por facilitarme el trabajo y darme tantas posibilidades para hacer una misma cosa.
Gracias a la cama y al sofá por recordarme lo importante que son los momentos de calma e intimidad.
Gracias a internet por hacer prescindibles la televisión y el periódico.
Gracias al sistema superdefectuoso e hipertrofiado en el que vivo por no quitarme todas estas cosas de golpe,sin las cuales simplemente tendría que buscar otras.

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