Una esponja seca rebota incómoda dentro del pesado cráneo.
Párpados arrugados y ásperos mordisquean la luz con desconfianza.
Algunos venenos inocuos,
otros absurdos,
otros necesarios,
sazonaron la carne.
Retumbar lejano y sordo sobre la almohada.
Los tambores del oído han perdido su elasticidad, y prefieren recordar.
Desfallecer continuo,
el castigo mental de hoy
por vicios físicos del ayer.
Y la satisfacción de haber representado la mejor versión de ti mismo.
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