"Ésa era su vida dos años antes de que Gastón empezara a
esperar el aeroplano, y seguía siendo igual la tarde en que fue a la librería del sabio catalán y
encontró a cuatro muchachos despotricadores, encarnizados en una discusión sobre los métodos
de matar cucarachas en la Edad Media. El viejo librero, conociendo la afición de Aureliano por
libros que sólo había leído Beda el Venerable, lo instó con una cierta malignidad paternal a que
terciara en la controversia, y él ni siquiera tomó aliento para explicar que las cucarachas, el
insecto alado más antiguo sobre la tierra, era ya la víctima favorita de los chancletazos en el
Antiguo Testamento, pero que como especie era definitivamente refractaria a cualquier método
de exterminio, desde las rebanadas de tomate con bórax hasta la harina con azúcar, pues sus mil
seiscientas tres variedades habían resistido a la más remota, tenaz y despiadada persecución que
el hombre había desatado desde sus orígenes contra ser viviente alguno, inclusive el propio
hombre, hasta el extremo de que así como se atribuía al género humano un instinto de
reproducción, debía atribuírsele otro más definido y apremiante, que era el instinto de matar
cucarachas, y que si éstas habían logrado escapar a la ferocidad humana era porque se habían
refugiado en las tinieblas, donde se hicieron invulnerables por el miedo congénito del hombre a la
oscuridad, pero en cambio se volvieron susceptibles al esplendor del mediodía, de modo que ya
en la Edad Media, en la actualidad y por los siglos de los siglos, el único método eficaz para matar
cucarachas era el deslumbramiento solar."
*Extracto de la novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad (1967)
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